martes, 21 de abril de 2009

Apostrofo*

Irene Ch. Bauer

Eduarda Mansilla: Una escritora argentina del siglo XIX

Pablo o la vida en las pampas

A qué se debe la reedición, a más de cien años de su primera aparición, de esta no-vela escrita por Eduarda Mansilla? Sabemos que desde la Colección Los Raros, la Biblioteca Nacional “se propone interrogar los libros clásicos argentinos que han corrido la suerte de la lenta omisión que trae el tiempo y el olvido de los hombres”. En el caso de Pablo o la vida en las pampas se trata de un olvido que hasta el año 2000, momento de esta edición, acompañaba la suerte de su autora, Eduarda Mansilla, sobrina de Rosas y hermana de Lucio V., el autor de Una ex-cursión a los indios ranqueles. Salvo especialistas, lectores académicos y raras excepciones*, entre las que se cuenta la novela de marco histórico de María Rosa Lojo, que tiene a Eduarda Mansilla como protagonista: Una mujer de fin de siglo, los lectores desconocían la existencia de esta mujer que fue la primera en publicar en nuestro país un tomo de relatos para niños Cuentos (1880) –alabado en su momento por Sarmiento–, que junto con los de Creaciones (1883) se suman a sus novelas Lucía Miranda (1860), El médico de San Luis (1860) y a su novela de madurez: Pablo o la vida en las pampas (1869). Además de su último texto conocido Un amor (1885) y de sus Recuerdos de viaje (1882), trabajados por David Viñas en De Sarmiento a Dios: viajeros argentinos a USA, se conservan algunas obras de teatro, en tanto según contó uno de sus hijos, se ha perdido un baúl con obra inédita.La infancia de Eduarda Mansilla transcurrió durante el gobierno de su tío, Juan Manuel de Rosas; temido por muchos pero del que recibía regalos –pesos fuertes, divisas coloradas y retratos del caudillo Facundo Quiroga–, y del que según se cuenta, fue traductora durante la visita del conde Walewsky, enviado por Francia para entrevistar a Rosas en tiempos del bloqueo al Puerto de Buenos Aires. La inteligencia de la niña que sabía idiomas y tenía un gran talento musical admiraba a su hermano Lucio –aunque tal vez lo que él más destacaba era la valentía nocturna de la que hacía gala Eduarda, cuando su ama negra les contaba cuentos de fantasmas–.
La caída de Rosas cambió el rumbo de la nación y el destino de los Mansilla. Contra la opinión de su familia, Eduarda se casó con Manuel Rafael García Aguirre, un diplomático de familia unitaria –la prensa comparó su unión con la de Montescos y Capuletos– al que acompañó a Europa y a Estados Unidos. Eduarda escribió Pablo… en francés, durante su estadía en Francia, donde se publicó la novela, primero por entregas en la revista L`Artiste, y luego editada como libro por Lachaud en 1869. Victor Hugo agradeció por carta a su autora: “Su libro me ha cautivado (…) Hay en su novela un drama y un paisaje: el paisaje es grandioso, el drama es conmovedor”. Lo cierto es que la experiencia mundana y cosmopolita no alejó a la Mansilla de su identidad criolla. A pesar de su pertenencia a la alta burguesía argentina y su ideología señorial, David Viñas, inscribiéndola en una genealogía que culmina en Victoria Ocampo, dice que ellas muestran “cómo se puede ser gran burguesa sustrayéndose a los prejuicios de su grupo social”. Como señala Francine Masiello, la literatura de Eduarda Mansilla “sacaba la lógica binaria” de la fórmula Civilización y Barbarie, propuesta por Sarmiento, a la vez que “revaloriza la imagen que proclamó el deseo de la Argentina de entrar en la Modernidad”. Es hora que haciéndonos eco de las palabras de María Gabriela Mizraje que acompañan esta edición de Pablo, aceptemos que “sus gauchos y sus indios no se parecen a los de Echeverría, llegan primero que los de José Hernández y acaso presienten los de su hermano Lucio”. De hecho fue Lucio quien se encargó de traducir Pablo… presumiblemente antes de escribir su Excursión, y hacerlo publicar como folletín en el diario La Tribuna en 1870. En su novela, Eduarda Mansilla recurre a una historia de amor, la de un pobre gaucho unitario, Pablo, y de Dolores, la hija del federal, dueño de una estancia en las cercanías de Rojas; para debatir y persuadir, como lo hacían los escritores argentinos del siglo XIX. Introduce así a sus lectores franceses y europeos, a la problemática argentina que siguió a la caída de Rosas, cuestionando las polarizaciones: unitarios-federales, civilización y barbarie; pero también advirtiendo a esos lectores: “Los anales del viejo mundo nos muestran a cada paso ejemplos más terribles aún” (114); y agrega “sería injusto y poco generoso medir la civilización actual de nuestros campos, tan vastos, poblados recién ayer, con las medidas de que se sirven para apreciar hoy día el grado de civilización y de progreso de que gozaban los campesinos de naciones que cuentan tantos siglos de existencia política”. Además de de-fender al gaucho, tiranizado por una autoridad despótica que lo marginaliza, Pablo es forzado a la milicia a pesar, como luego ocurrirá con Martín Fierro, de tener la “papeleta” que lo exime; Eduarda Mansilla dibuja un paisaje de la pampa que si bien tiene puntos en contacto con el de-sierto descrito por Echeverría, también es un lugar de “Amor y fecundidad”. Para ella, tanto unitarios como federales deben repensar los abusos, el salvajismo de sus prácticas y proyectar un futuro de inclusión.Como contrapartida a una épica masculina, a través de la historia va surgiendo una heroína, la madre de Pablo, que intenta rescatar a su hijo del ejército gracias a la ayuda y solidaridad de mujeres tan desamparadas y alejadas del poder como ella.Como señala Mizraje: “Un destino fatal empieza a trazarse en el siglo XIX para llegar a su máximo grado de criminalidad y desesperación en el XX”. Micaela, la madre de Pablo, remite a otras mujeres: “La loca de la plaza, a quien viéramos con un pañuelo en la cabeza, guarda vivos los rasgos que serán un plural en las Madres de Plaza de Mayo. La plaza es la misma, la que mira a la Casa de Gobierno, la “locura” también, la de una mujer clamando por la desaparición y posterior fusilamiento de su hijo”.
* Cabe destacar algunos de los trabajos precursores –década de 1980-1990– de Lily Sosa de Newton, Diccionario biográfico de mujeres argentinas, las jornadas internacionales de 1992 organizadas por Lea Fletcher, directora de la revista Feminaria, y los trabajos de Francine Masieelo Entre Civilización y barbarie, Mujeres, Nación y Cultura literaria en la Argentina Moderna y La mujer y el espacio público. El periodismo femenino en la argentina del siglo XIX. María Gabriela Mizraje, en tanto, intentó publicar Pablo… varias veces, hasta que finalmente, gracias a la gestión de Horacio González, Director de la Biblioteca Nacional, fue publicada en 2007.

Gentileza de la revista El Arca.

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