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martes, 2 de junio de 2009

Fotos de las Jornadas - Jueves 28 de mayo. Biblioteca Nacional


Irene Chikiar Bauer y Lily Sosa de Newton


Hebe Beatriz Molina, María Rosa Lojo, María Gabriela Mizraje


Hebe Beatriz Molina, María Gabriela Mizraje, María Rosa Lojo, Irene Chikiar Bauer,
Emiliano Turchetta, Manuel Rafael García Mansilla, Lily Sosa de Newton




viernes, 24 de abril de 2009

María Gabriela Mizraje

Escritora argentina. Crítica y filóloga. Diploma de Honor de la Universidad Nacional de Buenos Aires (Facultad de Filosofía y Letras, carrera de Letras). Investigadora y profesora universitaria, a lo largo de los años ha venido desempeñándose en diversas instituciones del país y del extranjero (UBA: Facultad de Filosofía y Letras, Facultad de Psicología, Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, C.B.C., C. C. Ricardo Rojas; Universidad de Belgrano, Universidad de Palermo, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (Cancillería Argentina); Swarthmore College, Dartmouth College, Knox College, Arizona State University, University of Texas at Austin, entre varias otras).
Se ha especializado en las siguientes áreas: Literatura Latinoamericana y fundamentalmente Literatura Argentina (en trabajo interdiciplinario con Historia argentina); Filología Clásica, Retórica, Semiología; Crítica cultural, incluyendo crítica de cine (particularmente enfocada al cine argentino y latinoamericano); Estudios de la Mujer y de Género.
Ha trabajado asimismo en el campo editorial y en el de la gestión cultural, como directora de colecciones del Estado y en diferentes cargos: Imprenta de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA (en la cual codirigió la serie de "Hipótesis y Discusiones"); Eudeba (directora de la Colección de Literatura Argentina); Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires (Asesora literaria y cultural); Secretaría de Cultura de la Nación (donde fue Coordinadora Científico-Ejecutiva del Comité Científico D. F. Sarmiento -Obras Completas-, Ley Nacional 25.159), entre otros. Y en divulgación cultural, prioritariamente referida al patrimonio histórico literario argentino (radios y TV).
Ha realizado la base informática de más de 1500 autores argentinos presentada en la Edición de la Feria del Libro del año 1996. Fue Secretaria Técnico-Académica del Instituto de Literatura Argentina de la UBA (1993-1997). Forma parte de instituciones de estudio e investigación y de los consejos asesores de diversas publicaciones internacionales. Ha dirigido y dirige diferentes colecciones editoriales y revistas culturales (directora de la colección Rescates de Adriana Hidalgo Editora, directora de la revista Sambatión).
Entre sus libros, se hallan:
- Argentinas de Rosas a Perón, Buenos Aires, Biblos, 1999 (Mención de Honor del Ministerio de Cultura de Buenos Aires).
- Ricardo Güiraldes, Diario de doctrina espiritual, Buenos Aires, Paradiso, 2008. Investigación y Estudio preliminar de M. G. Mizraje: “Por los campos de Güiraldes: segunda siembra y mística avant- garde”, pp. 5-42.
- Eduarda Mansilla, Pablo o la vida en las pampas, Buenos Aires, Edic. de la Biblioteca Nacional/ Colihue, “Colección Los Raros”, 2007. Edición crítica a cargo de M. Gabriela Mizraje: investigación, estudio preliminar, apéndice, bibliografía. (Estudio preliminar: pp. 11-87.)
- Juan José de Soiza Reilly, La ciudad de los locos, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2007. Edición crítica a cargo de M. G. Mizraje: compilación, estudio preliminar, notas, bibliografía. (Estudio preliminar: pp. 9-91.)
- Mariquita Sánchez de Thompson, Intimidad y política. (Diario, cartas y recuerdos), Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2004. Edición crítica a cargo de M. G. Mizraje: investigación compilación, estudio preliminar, notas, bibliografía. (Estudio preliminar: pp. 6-48.)
- Jean-François Lyotard, La Con­fession d' Augustin / La Confesión de Agustín, Madrid, Losada, 2002. Traducción y notas a cargo de Beatriz Castillo y M. G. Mizraje. Prólogo de M. G. Mizraje.
- Nicolás Olivari, El hombre de la baraja y la puñalada y otros escritos sobre cine, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2000. Edición crítica a cargo de M. G. Mizraje: investigación, compilación, bibliografía, estudio preliminar y apéndice. (Estudio preliminar: pp. 5-50 y Apéndice: pp 183-195.)
- Lorenzo Stanchina, Tanka Charowa, Buenos Aires, Eudeba, 1999. Edición crítica a cargo de M. G. Mizraje: investigación, edición, estudio preliminar, bibliografía. (Estudio preliminar: "Lo­renzo Stanchina y la balada de los cretinos", pp. 9-52.)
- Amigo, Roberto y María Gabriela Mizraje, Roca y la gente más inesperada, Hipótesis y Discusio­nes/10, Imprenta de la Fac. de Filo­sofía y Letras, UBA, 1996.
- María Gabriela Mizraje, Norah Lange. Infancia y sueños de walkiria, Buenos Ai­res, Im­prenta de la Facul­tad de Filosofía y Letras, UBA, 1995.
- Mujeres. Imágenes argentinas, compilación y prólogo a cargo e M. G. Mizraje, Buenos Aires, I.M.F.C., Ediciones Desde la gente, 1993.
- Raúl González Tuñón, Antología, Buenos Aires, I.M.F.C., Edicio­nes Desde la gente, 1992. Prólo­go de David Viñas, compilación y notas a cargo de M. G. Mizraje.
Tiene más de un centenar de artículos publicados y otro centenar de conferencias dictadas en el país y en el exterior.

miércoles, 22 de abril de 2009

Mujeres de, mérito propio

 Por María Gabriela Mizraje 


 Recorrer los textos escritos por mujeres argen­tinas en el siglo XIX demostraría que las mujeres con inten­tos literarios, si bien no son muchas, son más de lo que en gene­ral se cree. Juana Manue­la Go­rriti, Eduarda Mansi­lla, Josefina Pelliza, Juana Manso, Rosa Guerra, Eugenia Echeni­que, Agustina Andrade, Celesti­na Fu­nes...  Mujeres reco­nocibles, en gran medida, por sus fi­liaciones con los hombres: hija de, hermana de, madre de, esposa de, amiga de suelen ser los giros que en­cabezan las explica­ciones obli­gadas para definir­las, porque el rol pú­blico (po­líti­co, mi­litar, cultu­ral) de esos varones de su entorno permite, de algún modo, hacer extensiva la pri­vacidad de tales mujeres. La tensión está aquí: ingre­sar a la esfera de la publi­cidad por `mérito propio´ –que en el caso de las mu­jeres solo puede ser algo así como un "mérito equiva­lente"– o hacerlo por conti­güidad.    
El apellido, la virilidad funcionan como entrada; la profesión, la femi­nei­dad, como salida. "Las letras" en tanto metáfora de la fama son el lugar idílico al cual se anhela acceder y constituyen un espacio permea­ble a la femi­nei­dad, acaso porque la escritura –y especialísima­mente la de las mu­jeres– es algo que puede desarrollarse dentro del ámbito de lo domés­tico. Si a esto se suma una intención pedagógica, una retó­rica que hace su anclaje en los tópicos para, a partir de ahí, le­vantar axiomas de moral y civi­lización, se comprenderá que tal litera­tura sea tolera­da, e inclu­so propiciada, desde una hege­monía tan po­derosa como an­drocén­trica; siendo que, además, no se entabla una dispu­ta por el pú­blico: el público se distribuye.   
 La audacia resulta un rasgo que los varones prueban en la guerra y pueden probar en literatura. La dulcificación (que suele devenir edul­corante) debe ser el rasgo constitutivo de ellas. Atenuación, eufe­mis­mo, reticencia, silencio.    En ese orden, J. M. Gorriti, para quien el paradigma ineludible son las luchas independentistas protagonizadas por su padre, no duda en decla­rar en su diario –a propósito del 2 de Mayo peruano de 1866– que "[las bombas] un puñado de valientes, agrupados en improvisadas bate­rías, se pre­paraban a rechazarlas, noso­tras, cuyas armas son las plega­rias, or­nába­mos con reliquias el pecho de nuestros defensores". Las tareas que­dan, así, bien delimita­das: las cosas del cielo y las cosas de la tie­rra, las cosas del adentro y las del afuera de la casa, la lírica y la épi­ca, en una serie de dicoto­mías que van a reforzarse en la oposición cristiana y principal de cuerpo y alma.    Un azar de la cronología quiso que dos escritoras que, por genera­ción y diferencias personales apenas se rozaron, convergieran en un fin de año en Buenos Aires cargado de epitafios: 1892. Aunque a la más joven, Eduarda Mansilla, le incomodara el agrupamiento con la vieja maestra, se torna ineludible que a la hora de referirse a las princi­pales escrito­ras del XIX en la Ar­gentina, se las reúna.   
 Si las posibilidades de la señorita Mansilla, más tarde señora de García, son mayores, dada su doble condición de miembro de la oligar­quía y porteña ("Porteña" era, precisamente, uno de sus seudónimos, es decir: uno de sus escudos), la repercusión alcanzada por Gorriti la su­pera. La imi­tación, la adulación, el plagio, la admiración, la consulta y hasta la traición que rodean a la salteña, el séquito de artistas y de aficiona­dos, hombres y mujeres, hacen de ella una figura inequipara­ble dentro de las escritoras argentinas del siglo pasado.    La anciana mujer de letras, requerida por tantos, lamen­ta, mientras ironi­za, no tener re­lación con Eduarda. De las dos razones que ésta alega, las de edad pa­re­cen ser menos determinantes que las políti­cas: Juana Go­rri­ti había es­crito con­tra Rosas y esa afrenta para la sobrina tra­duc­tora era algo compro­meti­do.    Las hojas del calendario son más livianas que las del árbol genealó­gico. Entre esos dos papeles fundamentales del siglo XIX, la pie­dra de to­que para la relación impo­sible va a estar en el apellido ma­terno de Eduarda, pero no más que en las condi­ciones de cla­se susten­tadas por el apellido Man­silla.    
Gorriti (1816-1892) se encarga de conjurar tanto la vertiente de la crono­logía como la del abolengo: en con­tra de la primera trabaja en Lo ínti­mo, su diario, con una estructu­ra mo­saica, de fragmentos autóno­mos, con salteos o vaivenes de los luga­res y las fechas sobre los cua­les se sus­tenta, y allí mismo alude a su ín­tima amistad con Josefina Pelliza (1848-1888) –más joven aún que Eduarda (1834-1892)–, explici­tando con­sideraciones en torno a la edad. La otra refutación apa­rece cuan­do un conocido le pide los "títulos" de sus antepa­sados y las ar­mas de su fa­milia y Gorriti, desdeñosa, quiere eludir pero mues­tra ta­les "sig­nos de no­ble­za", rememorando que su padre los llama­ba, con des­precio, "oro­pe­les de la reyecía".   
 Inserta en el diario entre los espacios de 1892, esa anécdota vie­ne prácticamente a continuación del único co­menta­rio relativo a Lucio Victorio; las argumentaciones del "hombre de brillante vida mundana" son, en lo esencial, análogas a las de Eduarda.    ¿Qué ocurre entonces con esa respuesta íntimo-públi­ca, en la que se in­forma que "en cada pieza de nuestra antigua vajilla ha­bía un escudo de armas"? ¿Abolengo para reprochar o sedu­cir a los Mansi­lla?    
 Acaso por el rastro de los antepasados más de una diferencia, en términos políticos, se matizaría. El "Pachi" Gorriti, caudillo federal, o las oscilaciones de Lucio Norberto Mansilla o el casamiento de Eduar­da con el hijo de un declarado antirrosista harían su contribución.   
 Parecen ser las otras, las distinciones sociales, las que determinan la divi­sión irreversible entre ambas, y Juana Manuela las percibe con cla­ridad. Es por ellas que mientras Gorriti viaja por América detrás de exilios, traba­jos, climas favorables a su salud, nece­sidades familiares o, también, gus­tos y nostalgias, Eduarda Mansilla de García pasea por Estados Uni­dos y Europa, po­niéndose en contacto con los personajes más relevantes del momento, como  Abraham Lincoln, el Duque de Chartres o H. W. Longfe­llow.    
Mientras Juana Manuela traduce, por ejemplo, para La Alborada del Plata, en 1877, del original quichua, el "Manchay Puitu", Eduar­da Man­silla es, de adolescente, la llamativa intérprete entre Rosas y el conde de Walewski, así como la presumible colaboradora de las traduc­ciones que su esposo Manuel R. García hace, en 1866, de Edouard Labou­la­ye.   
 Gorriti opta por el indio (ya desde Sueños y Realidades -1865-, Panoramas de la vida -1876-, Misceláneas -1878); Mansilla, por el gau­cho (Pablo ou la vie dans les Pampas -1869), y estas elecciones hablan de una mirada de la historia y del arraigo. Se trata de dos for­mas de conce­bir el afamado "nacionalismo".   
 J. M. Gorriti pone en circulación el yaraví, es ella quien, desde sus veladas literarias de Lima, autoriza a la gente "culta" a escuchar esta música popular y autóctona. E. Mansilla, amiga de nombres resonan­tes como la contralto Marietta Alboni y el tenor Enrico Tamberlick, musicaliza poemas de A. Lamartine y V. Hugo.   
 Si Santiago Vaca Guzmán, Santiago Estrada, Pastor Obligado prologan los textos de Gorriti; Laboulaye, Caleb Cushing prologarán los de Man­silla, y Horace Mann o su lúcido hermano Victorio harán la traducción.    Alejados epistolarios permiten ver cómo Ricardo Palma comenta y ce­lebra (excepto en el caso de Co­cina Ecléctica) la obra de Gorriti, y E. Mansilla recibe, para Pablo o la vida en las Pampas, un amplio elogio de Víctor Hugo.  
  Las cartas están echadas: R. Palma y Víctor Hugo son las expresiones condensatorias de un sistema cultural de relaciones. 1892 propiciará la intersección de dos entierros literarios: palmas y victorias fúnebres para ambas escritoras argentinas.    
Y algo definitorio: las mujeres de nuestro país tenemos que hacer "buena letra". 

  Artículo aparecido en:Página/12, Suplemento de Cultura, Buenos Aires, domingo 14 de marzo de 1993. 

© María Gabriela Mizraje, 1993. Todos los derechos reservados.