viernes, 24 de abril de 2009

Jornadas Eduarda Mansilla


Programa

Jornadas Eduarda Mansilla
(1834-1892)
La literatura como destino, una escritora nacional y cosmopolita.

Programa

Primera Jornada
Jueves 28 de mayo, a las 18:00.
Sala Augusto R. Cortazar de la Biblioteca Nacional.

Primera parte
18:00 a 19:00.
  • Apertura de las Jornadas.
  • Eduarda Mansilla, escritora y periodista. Mesa redonda con la participación de Néstor Tomás Auza, Irene Chikiar Bauer y Lily Sosa de Newton.

19:15 a 19:30 Intervalo

Segunda Parte:
19:30 a 20:30
  • Mesa redonda. Las editoras de Eduarda Mansilla. Exponen María Rosa Lojo (Lucia Miranda), Hebe Beatriz Molina (Cuentos infantiles) y María Gabriela Mizraje (Pablo o la vida en las Pampas)

Segunda Jornada
Viernes 29 de mayo, a las 19:30.
Auditorio Colegio de Escribanos. Av. Callao 1542.

  • Conferencia, Eduarda Mansilla y la Música a cargo de Juan Maria Veniard.
  • Canciones de Eduarda Mansilla 
  • Obra para piano y canciones de Eduardo García Mansilla.
Silvina Sadoly (canto)  Emiliano Turchetta (piano)

Néstor Tomás Auza

Doctor en Ciencias Políticas y licenciado en Diplomacia, Néstor Tomás Auza fue profesor de historia argentina en la Universidad Católica Argentina y en la Universidad del Salvador y decano de la Facultad de Historia y Letras de esta casa de estudios. Ha sido director de Bibliotecas Populares y vicedirector de la Biblioteca Nacional. Ha publicado numerosas monografías y artículos y dictado conferencias y cursos sobre una gran variedad de temas. Es autor de varios libros, entre los que cabe destacar: Católicos y liberales en la generación del Ochenta, Lucio V. Mansilla, El periodismo de la Confederación, Periodismo y feminismo en la Argentina (1830-1930) e Iconografía de Patagones.

Irene Chikiar Bauer


Periodista. Cursó la Maestría en Sociología de la Cultura y Análisis Cultural dictada en la Casa de Altos estudios Fundación Banco Patricios (hoy universidad de San Martín). Ha publicado ensayos literatios en el marco de las muestras realizadas por la Fundación Banco Mercantil Argentino: "Ejercicio de amar" (Muestra San Juan de la Cruz (1993), "A propósito de Rayuela" (Muestra Julio Cortázar ,1994), "Aproximaciones a un autor" Muestra Felisberto Hernández,1995) y "Un pensamiento realizado de la luz", (Muestra Juan L Ortiz, 1996). Participó en la Producción teatral de la puesta "Rayuela", recreación de la novela de Cortázar realizada por Ricardo Monti y dirigida por Jaime Kohan en el Teatro Payró. Edita la sección bibliográfica de la Revista El Arca en la que colabora regularmente a través de artículos y entrevistas a personalidades de la cultura. Se ha especializado en divulgar la temática de género, a través de la difusión de la obra y personalidad de escritoras y artistas como Virginia Woolf, Vanessa Bell, Edith Stein.Ha sido columnista invitada para tratar temas culturales y bibliográficos en distintas publicaciones, en radio y televisión.Desde 1998 dirige junto a Horacio W Bauer, en San Antonio de Areco, el grupo cultural "La Commedia". Juntos fundaron la FM 94.1 Clásica Areco, emisora dedicada a difundir Música Clásica. Actualmente forma parte del proyecto "Revista Bicentenaria", de próxima aparición.

María Rosa Lojo

MARÍA ROSA LOJO nació en Buenos Aires en 1954, hija de españoles, Su padre era un gallego republicano que decidió exiliarse en la Argentina tras la Guerra Civil.
Es escritora e investigadora.

LA ESCRITORA
Publicó tres libros de poemas en prosa (Visiones, Forma oculta del mundo, Esperan la mañana verde), cuatro de cuentos (Marginales, Historias ocultas en la Recoleta, Amores insólitos, Cuerpos resplandecientes) y seis novelas (Canción perdida en Buenos Aires al Oeste, La pasión de los nómades, La princesa federal, Una mujer de fin de siglo, Finisterre).
Obtuvo, entre otros, el Primer Premio de Poesía de la Feria del Libro de Buenos Aires (1984), Premio del Fondo Nacional de las Artes en cuento (1985), y en novela (1986), Segundo Premio Municipal de Poesía de Buenos Aires, Primer Premio Municipal de Buenos Aires “Eduardo Mallea”, en narrativa (1996), por la novela La pasión de los nómades. Recibió varios premios a la trayectoria: Premio del Instituto Literario y Cultural Hispánico de California (1999), Premio Kónex a las figuras de las Letras argentinas (1994-2003), Premio Nacional “Esteban Echeverría” 2004, por toda su obra narrativa.
Ganó la Beca de Creación Artística de la Fundación Antorchas para “artistas sobresalientes que se hallan en los comienzos de su plenitud creativa” (año 1991), y la Beca de Creación Artística del Fondo Nacional de las Artes en 1992.
Parte de su obra literaria se ha traducido y publicado en España y Estados Unidos. Se han escrito sobre su obra de ficción tres libros de crítica, dos de ellos tesis, publicados en España, Estados Unidos y la Argentina, y un centenar de trabajos (artículos, ponencias, capítulos de libro, aparecidos en en Argentina, España, Alemania, Francia, Italia y Estados Unidos), además de algunas otras tesis aún inéditas.
Participa como escritora invitada en Ferias del Libro y Congresos internacionales. Actúa como jurado en concursos literarios nacionales e internacionales (del Fondo Nacional de las Artes, de la Secretaría de Cultura de la Nación, de la Secretaría de Cultura de la Provincia de Buenos Aires, de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, del Diario La Nación).

LA INVESTIGADORA
Doctora en Letras por la Universidad de Buenos Aires, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con sede en la Universidad de Buenos Aires. Actualmente es miembro titular de la Comisión Asesora de su especialidad (Filología, Lingüística y Literatura) en el CONICET. Se ha consagrado al estudio de la Literatura Argentina, con orientación en temas de género, construcción de imaginarios nacionales, vínculos entre Historia y Ficción, teorías del símbolo y estereotipos etnoculturales.
Publicó cinco libros de ensayo (La ‘barbarie’ en la narrativa argentina (siglo XIX), Sábato: en busca del original perdido, El símbolo: poéticas, teorías, metatextos, Cuentistas argentinos de fin de siglo, Los ‘gallegos’ en el imaginario argentino (con Marina Guidotti y Ruy Farías). Literatura, sainete, prensa). Acredita también más de ciento veinte publicaciones de investigación, entre artículos en revistas especializadas, capítulos de libros y actas de congresos. Artículos suyos de investigación han sido traducidos al inglés, al alemán, al polaco y al gallego.
Dicta en la Universidad del Salvador un Seminario-Taller permanente en la Carrera de Doctorado. Ha coordinado durante varios años el equipo internacional que realizó la edición crítica de Sobre héroes y tumbas para la Colección Archivos de la UNESCO, que acaba de publicar el CRLA de la Universidad de Poitiers en Francia y la editorial Alción en la Argentina. Dirigió asimismo la edición crítica de la novela Lucía Miranda (1860) de Eduarda Mansilla, publicada por la editorial hispano-germana Iberoamericana/Vervuert, y prepara para la misma editorial la edición académica del primer diario de viaje (manuscrito hasta el momento inédito), de Lucio V. Mansilla.
Dirige dos proyectos de investigación: uno con sede en la Universidad de Salvador, en convenio con la Universidad de Toulouse Le Mirail, y un Proyecto de Investigación Plurianual del CONICET (PIP) también radicado en la Universidad del Salvador. Es directora de varias tesis de doctorado.
Ha sido conferencista y profesora visitante en universidades argentinas y extranjeras (Universidad Nacional Autónoma de México, Universidad Complutense de Madrid, Universidad de Salamanca, Universidad de Valladolid, Universidad de Santiago de Compostela, Universidad de Murcia, Universidad de Toulouse Le Mirail, Universidad Stendhal de Grenoble, entre otras). Colabora en los suplementos literarios y revistas de cultura de varios diarios argentinos: revista ADN Cultura, del diario La Nación, revista Ñ, del diario Clarín, RADAR Libros, del diario Página 12, y la sección cultural de Crítica de la Argentina,

María Gabriela Mizraje

Escritora argentina. Crítica y filóloga. Diploma de Honor de la Universidad Nacional de Buenos Aires (Facultad de Filosofía y Letras, carrera de Letras). Investigadora y profesora universitaria, a lo largo de los años ha venido desempeñándose en diversas instituciones del país y del extranjero (UBA: Facultad de Filosofía y Letras, Facultad de Psicología, Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, C.B.C., C. C. Ricardo Rojas; Universidad de Belgrano, Universidad de Palermo, Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto (Cancillería Argentina); Swarthmore College, Dartmouth College, Knox College, Arizona State University, University of Texas at Austin, entre varias otras).
Se ha especializado en las siguientes áreas: Literatura Latinoamericana y fundamentalmente Literatura Argentina (en trabajo interdiciplinario con Historia argentina); Filología Clásica, Retórica, Semiología; Crítica cultural, incluyendo crítica de cine (particularmente enfocada al cine argentino y latinoamericano); Estudios de la Mujer y de Género.
Ha trabajado asimismo en el campo editorial y en el de la gestión cultural, como directora de colecciones del Estado y en diferentes cargos: Imprenta de la Facultad de Filosofía y Letras, UBA (en la cual codirigió la serie de "Hipótesis y Discusiones"); Eudeba (directora de la Colección de Literatura Argentina); Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires (Asesora literaria y cultural); Secretaría de Cultura de la Nación (donde fue Coordinadora Científico-Ejecutiva del Comité Científico D. F. Sarmiento -Obras Completas-, Ley Nacional 25.159), entre otros. Y en divulgación cultural, prioritariamente referida al patrimonio histórico literario argentino (radios y TV).
Ha realizado la base informática de más de 1500 autores argentinos presentada en la Edición de la Feria del Libro del año 1996. Fue Secretaria Técnico-Académica del Instituto de Literatura Argentina de la UBA (1993-1997). Forma parte de instituciones de estudio e investigación y de los consejos asesores de diversas publicaciones internacionales. Ha dirigido y dirige diferentes colecciones editoriales y revistas culturales (directora de la colección Rescates de Adriana Hidalgo Editora, directora de la revista Sambatión).
Entre sus libros, se hallan:
- Argentinas de Rosas a Perón, Buenos Aires, Biblos, 1999 (Mención de Honor del Ministerio de Cultura de Buenos Aires).
- Ricardo Güiraldes, Diario de doctrina espiritual, Buenos Aires, Paradiso, 2008. Investigación y Estudio preliminar de M. G. Mizraje: “Por los campos de Güiraldes: segunda siembra y mística avant- garde”, pp. 5-42.
- Eduarda Mansilla, Pablo o la vida en las pampas, Buenos Aires, Edic. de la Biblioteca Nacional/ Colihue, “Colección Los Raros”, 2007. Edición crítica a cargo de M. Gabriela Mizraje: investigación, estudio preliminar, apéndice, bibliografía. (Estudio preliminar: pp. 11-87.)
- Juan José de Soiza Reilly, La ciudad de los locos, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2007. Edición crítica a cargo de M. G. Mizraje: compilación, estudio preliminar, notas, bibliografía. (Estudio preliminar: pp. 9-91.)
- Mariquita Sánchez de Thompson, Intimidad y política. (Diario, cartas y recuerdos), Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2004. Edición crítica a cargo de M. G. Mizraje: investigación compilación, estudio preliminar, notas, bibliografía. (Estudio preliminar: pp. 6-48.)
- Jean-François Lyotard, La Con­fession d' Augustin / La Confesión de Agustín, Madrid, Losada, 2002. Traducción y notas a cargo de Beatriz Castillo y M. G. Mizraje. Prólogo de M. G. Mizraje.
- Nicolás Olivari, El hombre de la baraja y la puñalada y otros escritos sobre cine, Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2000. Edición crítica a cargo de M. G. Mizraje: investigación, compilación, bibliografía, estudio preliminar y apéndice. (Estudio preliminar: pp. 5-50 y Apéndice: pp 183-195.)
- Lorenzo Stanchina, Tanka Charowa, Buenos Aires, Eudeba, 1999. Edición crítica a cargo de M. G. Mizraje: investigación, edición, estudio preliminar, bibliografía. (Estudio preliminar: "Lo­renzo Stanchina y la balada de los cretinos", pp. 9-52.)
- Amigo, Roberto y María Gabriela Mizraje, Roca y la gente más inesperada, Hipótesis y Discusio­nes/10, Imprenta de la Fac. de Filo­sofía y Letras, UBA, 1996.
- María Gabriela Mizraje, Norah Lange. Infancia y sueños de walkiria, Buenos Ai­res, Im­prenta de la Facul­tad de Filosofía y Letras, UBA, 1995.
- Mujeres. Imágenes argentinas, compilación y prólogo a cargo e M. G. Mizraje, Buenos Aires, I.M.F.C., Ediciones Desde la gente, 1993.
- Raúl González Tuñón, Antología, Buenos Aires, I.M.F.C., Edicio­nes Desde la gente, 1992. Prólo­go de David Viñas, compilación y notas a cargo de M. G. Mizraje.
Tiene más de un centenar de artículos publicados y otro centenar de conferencias dictadas en el país y en el exterior.

Hebe Beatriz Molina

Doctora en Letras por la Universidad Nacional de Cuyo. Investigadora Adjunta del Conicet, para el que analiza actuamente la “Teoría y praxis de la novela argentina en el siglo XIX (1838-1872)”. Profesora Titular, interina, de Metodología de la Investigación, Facultad de Filosofía y Letras (U.N. Cuyo). Miembro del Comité Académico y Profesor Estable de la Maestría en Literatura Argentina Contemporánea (U.N. Cuyo). Miembro del Centro de Estudios de Literatura de Mendoza (CELIM, UN de Cuyo).
Participa en dos proyectos de ediciones textuales: “Narrativa romántica argentina”, dirigido por Beatriz Curia (Universidad del Salvador, Buenos Aires), y “Los hermanos Mansilla: Edición y crítica de textos inéditos u olvidados”, dirigido por María Rosa Lojo (Conicet), además del proyecto "Literatura de Mendoza; Autores y textos (siglos XVI al XX); Panorama de las letras y la cultura en Mendoza", dirigido por Marta E. Castellino (U.N. Cuyo).
Ha expuesto sobre su especialidad en más de treinta congresos, simposios y jornadas, tanto regionales y nacionales como internacionales, en diversas ciudades de la Argentina y en el exterior (España, Chile, Uruguay y Estados Unidos).
Publicaciones:
-La narrativa dialógica de Juana Manuela Gorriti (Mendoza: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, 1999).
-Co-autora de Literatura de Mendoza: Espacio, historia, sociedad, 3 vol. coordinados por Gloria Videla de Rivero (Mendoza: Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras, 2000-2003).
-Co-autora de la edición anotada de Lucía Miranda (1860) de Eduarda Mansilla de García, trabajo dirigido por María Rosa Lojo (Madrid: Iberoamericana – Frankfurt: Vervuert, 2007).
-Co-editora de Poéticas de autor en la literatura argentina (desde 1950), con la dirección de Gustavo Zonana (Buenos Aires: Corregidor, 2007).-Numerosos artículos referidos a la literatura argentina, en particular la decimonónica, en publicaciones colectivas y en revistas especializadas argentinas y extranjeras, como Revista de Literaturas Modernas, Piedra y Canto –ambas de Mendoza–, Incipit (Buenos Aires), Alba de América (USA), Hofstra Hispanic Review (USA) y Decimonónica (en línea).

Silvina Sadoly

Nació en la ciudad de Buenos Aires, egresó del Conservatorio Municipal de Música "Manuel de Falla" con medalla de oro en la carrera de piano. Es también egresada del Instituto Superior de Arte del Teatro Colón donde cursó técnica vocal con Nilda Hoffman, Mirtha Garbarini y Aída Fileni. Fueron sus maestros de repertorio Eduardo Ferracani, Susana Cardonnet y Esteban Collado.
Actualmente es integrante del Coro Polifónico Nacional. Fue ganadora en 1990 del Concurso Nacional organizado por la firma Coca Cola en el rubro de canto lirico. Integra el Estudio Coral de Buenos Aires de Carlos López Puccio.
En los últimos años se ha volcado al estudio e interpretación de la música de los siglos XVI, XVII y XVIII. Entre los años 2000 y 2004 dictó cursos de canto en seminarios de música barroca subvencionados por la Fundación Antorchas.
Integró en el Teatro Colón el elenco de la ópera "Orfeo" de C. Monteverdi (2001), las "Indias Galantes" de J.P.Rameau, ambas dirigidas por Gabriel Garrido, y los oratorios "Juditah Triumphans" de A. Vivaldi y "Athalia" de G.F.Haendel dirigidos por Mario Videla para Festivales Musicales.
Participó del Festival de Música Barroca Latinoamericana "Misiones de Chiquitos 2000" (Bolivia) integrando el Ensamble Elyma (Suiza) bajo la dirección de Gabriel Garrido, presentando y grabando en C.D. la ópera barroca americana "San Francisco Xavier". Con el mismo director actuó en el Festival Arte Sacro realizado en París en el 2001 en la Iglesia Saint Roch con repertorio de música barroca latinoamericana. Participó en carácter de solista de la ópera "Armide" de Gluck realizada en el Teatro Colón en octubre del 2003 bajo la dirección de Carlos López Puccio.
Participó también del Festival de Música Barroca Latinoamericana "Misiones de Chiquitos” en las ediciones 2004 y 2006.
Ha participado regularmente del Festival de Música Barroca "Camino de las Estancias Jesuíticas" (Córdoba) con grupos como el ensamble "Louis Berger" (Ricardo Massun)," orquesta barroca del Rosario" (Rodolfo Marchesini), "Concerto Cima" (Federico Ciancio), "Orquesta barroca del Suquía" (Manfredo Craemer) y “Cappella Seicento” (Federico Ciancio).
Es integrante de la "Cappella Seicento" (Federico Ciancio) interpretando oratorios del siglo XVII y música alemana del siglo XVIII y del Grupo "Capilla del Sol" (Ramiro Albino) dedicado a la música barroca latinoamericana.
Desde 2005 a 2008 integra el plantel docente de la carrera de música antigua recientemente creada en el conservatorio municipal “Manuel de Falla” de la ciudad de Buenos Aires.

Lily Sosa de Newton

Lily Sosa de Newton nació en Morón, Buenos Aires, en 1920. Colaboró con su marido, Jorge Newton, en algunos trabajos históricos y publicó sus propios libros, Lavalle, Dorrego, El general Paz y Lamadrid entre los años 1967 y 1971. El Diccionario biográfico de mujeres argentinas tuvo tres ediciones, l972, l980 y l986 y está en preparación la cuarta. También en 1967 se editó su ensayo Las argentinas de ayer a hoy, Faja de Honor de la SADE. 

En 1981 salió Genio y figura de Hilario Ascasubi, ler. Premio de EUDEBA para esa colección. Aparecieron después Narradoras argentinas, 1852–1932 en 1995 y Las protagonistas, en 2000. Participa en jornadas y congresos sobre historia de la mujer, colabora sobre estos temas en diversos medios locales y del exterior. Ha recibido numerosas distinciones y es miembro  de número de la Academia Argentina de la Historia, la Academia Belgraniana, el Instituto Moreniano, el Instituto Urquiza de Estudios Históricos, la Junta de Estudios Históricos de San José de Flores y otras entidades culturales. Recibió el “Premio Alicia Moreau de Justo” en 1994. En diciembre de 2004 fue nombrada “Personalidad Destacada de la Cultura” por la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires

Emiliano Turchetta


Nació en La Plata. Inició sus estudios musicales en el Conservatorio Provincial “Gilardo Gilardi” de esa ciudad; ingresó más tarde en el Bachillerato de Bellas Artes de la Universidad Nacional de La Plata, ocupando el primer lugar y con las más altas calificaciones en el Examen de Admisión. En esta institución trabajó con el Mo. Adrián Martínez.
Desde 1989 tomó clases particulares con el Mo. Juan Carlos Arabián y bajo su guía estudió desde 1994 en el Conservatorio Nacional “Carlos López Buchardo”, del que egresó en 1995 con Medalla de Oro al mejor promedio de todas las especialidades.
A partir de 1996, por indicación de la pianista Maria Tipo, se trasladó a Italia para tomar clases con el Mo. Daniel Rivera, en privado, y en el Istituto “Pietro Mascagni” de Livorno, del que egresó como Profesor superior de Piano en 1999, con la calificación 10 y “lode”. En la comisión de examen estuvo presente el Director del Istituto, el pianista Alessandro Specchi. Durante los años 2002-2004 vivió en Roma, donde estudió con el Mo. Stefano Cucci en la Arts Academy de esa ciudad.
Participó de diversos cursos de perfeccionamiento y masterclass con los pianistas Lazar Berman –de quien recibió grandes elogios por su interpretación de “Funerailles” de Franz Liszt-, Oxana Yablonskaya, Edith Fisher, Jorge Pepi, Paul Trein, Malcolm Troup, Mirtah Herrera, Jean Pierre Mansart.
En 1993, un Jurado integrado por Lía Cimaglia-Espinosa, Nora Caperán, Roberto Castro, Claudio Kanz, Adalberto Tortorella y Néstor Zulueta, lo consagró ganador por unanimidad del Concurso “Alberto Williams”; por ese motivo ofreció un recital en el Salón Dorado del Teatro Colón de Buenos Aires.
En 1994 obtuvo el Premio Especial del V Concurso Nacional de Piano “Ciudad de Necochea” (jurado integrado por Lilia Noguera, Ana Stampalia y Néstor Zulueta) y en 1999 el Rotary Club de Livorno le concedió el Premio al alumno más meritorio del Istituto “Pietro Mascagni”.
En Italia ganó numerosos premios en concursos, destacándose el Segundo Premio (primero no asignado) y Premio a la mejor interpretación de una obra romántica en el Concurso "Luigi Paduano" de Cercola y el Primer Premio en el Concurso "Santa Cecilia" de Napoli en el año 2000.
Desde 1991 se ha presentado en público, solo y con orquesta, en distintas salas de Argentina, Italia, Francia, Suiza, Luxemburgo y Alemania.
Entre sus actuaciones se destacan el recital ofrecido en agosto de 2002 en ocasión del 50° aniversario del fallecimiento del compositor argentino Alberto Williams, en el Teatro Argentino de La Plata y el recital ofrecido en enero de 2003 en el Istituto Liszt de Bologna, uno de los centros de estudios sobre la vida y la obra del compositor húngaro más importantes del mundo.
En abril de 2003 tuvo a su cargo la Primera Ejecución del Via Crucis de Franz Liszt en la Basílica de Santa Francesca Romana al Palatino, lugar donde el compositor escribió la obra, con la participación del Coro Claudio Casini de la Universidad de Tor Vergata dirigido por el Mo. Stefano Cucci, y el auspicio del Pontificio Consejo de la Cultura, la Embajada de Hungría en Italia, la Embajada Argentina ante la Santa Sede y la Municipalidad de Roma.
Desde la temporada 2000 se presenta anualmente en el Ciclo “Música y Oración” de Argentina, donde ha presentado obras de Franz Liszt (alguna de ellas en primera audición en el país) y de Olivier Messiaen (el Cuarteto para el fin del Tiempo, entre otras).
En el año 2005, realizado por la fundación La Caja y la revista El Arca, apareció su primer CD con la grabación del Cuarteto de Olivier Messiaen, junto a músicos de la Orquesta Estable del Teatro Argentino de La Plata. Tiene en programa la grabación de un CD con música de Alberto Williams para el sello Tradition.
En la temporada 2006 ejecutó en Roma el concierto K.271 de Mozart junto a la Nova Amadeus Orchestra y el director israelí Ronen Borshevsky. También participó de la primera ejecución en La Plata del Requiem Alemán de Brahms en la versión “Londres”, junto al Coro Polifónico Nacional de la Argentina, dirigido por Roberto Luvini
En las temporadas 2007 y 2008 realizó una serie de conciertos por Italia (Bologna, Roma) y Dinamarca (Odense) y se presentó en el país como solista y con orquesta. Durante 2009 se presentará en España, Italia y Dinamarca y en varias ciudades de la Argentina, y se presentará su segundo CD, con la versión integral del Tercer año de peregrinación de Franz Liszt.

Juan María Veniard

Juan María Veniard, nacido en Buenos Aires, es egresado de la Universidad Católica Argentina. Obtuvo una Licenciatura en Música, especialidad Composición, en la Facultad de Artes y Ciencias Musicales y, posteriormente, una Licenciatura en Musicología en la misma Facultad. Investigador en el campo de la Musicología Histórica, se especializó en la historia de la música en la Argentina. Sobre este tema, el presente es su cuarto libro editado.
Investigador también en el campo de la Etnohistoria pampeano-patagónica, en esta área se destaca La gran rastrillada a Chile para el botín de los malones. Su regular concurrencia a congresos y jornadas de Historia, ha dado difusión a sus trabajos. En la actualidad es profesor de Historia de la Música Argentina en el Conservatorio Nacional e Investigador Independiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), en Buenos Aires.

miércoles, 22 de abril de 2009

Los cuentos infantiles de Eduarda Mansilla de García

Hebe Beatriz Molina

U. N. de Cuyo - Conicet

 Para Eduarda Mansilla de García, sus obras más valiosas no son sus cuatro novelas, sus dos libros de cuentos, sus artículos periodísticos ni sus dramas, sino sus seis hijos: Eduarda (Eda), Manuel, Rafael, Daniel, Eduardo y Carlos. A ellos, a sus nietos y a sus sobrinos, la escritora dedica los primeros cuentos infantiles argentinos.

            Cuentos abarca nueve textos escritos entre octubre de 1879 y diciembre de 1881, aunque en su portada se lee "1880"; ocho son relatos infantiles y el restante es un artículo de costumbres ("Pascua") sobre los festejos navideños en Estados Unidos y en París. La propia Eduarda Mansilla, en el prólogo, se enorgullece de ser una de las pioneras de las letras argentinas para niños. Reconoce, no obstante, que sigue el modelo de La Fontaine, Andersen y Sophie Rostopchin, escritora contemporánea suya, conocida como la condesa de Ségur. Esto es, que elige tanto las categorías de lo real como de lo maravilloso, por las cuales los personajes queridos por los infantes -otros niños, animales, objetos de su entorno se mueven vívidamente en el mundo cotidiano de Buenos Aires. También, en la ejemplificación de una enseñanza moralizadora, si bien no todos los relatos terminan con una moraleja.

            No obstante la fidelidad al modelo, estos cuentos de Mansilla explicitan su personal valoración de la fantasía infantil, develan su cosmovisión frente a la vida y, además, muestran un estilo narrativo muy moderno. A estos rasgos sobresalientes me dedicaré a continuación.

Los destinatarios

            Eduarda escribe desde su doble perspectiva de madre y de literata. Ha observado según declara en "Una palabra al lector" el entusiasmo y la emoción con que sus hijos escuchaban la lectura de los cuentos de la Condesa de Ségur o los suyos propios, y cómo a través de ellos "asimilaban sentimientos é ideas" [Mansilla, 1880:  VII]. Une, pues, el encanto del cuento oral con la educación moral. Ha advertido, también, que los cuentos populares se han ido olvidando; por eso, propone los suyos como una renovación necesaria.

Mansilla no subestima a los niños. Por una parte, es consciente de que la verosimilitud es un requisito indispensable aun para los cuentos maravillosos. Cuanto puede, menciona lugares, negocios, calles de Buenos Aires, para que hechos y personajes tengan una ubicación espacial determinada. Otras veces, dialoga con su auditorio infantil y le aclara algunas expresiones. Por ejemplo, en "El alfiler de cabeza negra":

"Grato, muy grato fué el elogio al vanidoso, que desde el momento empezó á inflarse de nuevo; y esto lo digo en sentido figurado, niños, que bien sabeis que tal cosa no es posible ni en los cuentos" (p. 149).

            Otro recurso es el de aclarar la fuente usada por el narrador para conocer la historia, narrador que se puede volver testigo: "A lo menos así me lo ha asegurado un amiguito suyo [de Pedrito] conocido mío" (p. 150).

            Pero, ante todo, Mansilla quiere fomentar la imaginación de los niños. Este mismo cuento, que trata de las desventuras de un vanidoso alfiler largo de cabeza negra, termina con una sutil convocatoria a la invención infantil:

Y ahora amiguitos- «Con éste y un biscocho» como acababan antes los cuentos «hasta mañana á las ocho;» ó de otro modo: «Hasta que vd. me cuente otro» Y les advierto que en la vidriera quedan aun tres alfileres largos de cabeza negra, y que à aquel niño que llegue á saber el cuento de alguno de ellos y me lo cuente á mí, le he de dar yo ¿Qué le daré? Lo que él me pida" (p. 154).

La fantasía infantil no se limita a contar cuentos. También puede ayudar a entender los sucesos dolorosos de la vida. En "La paloma blanca", la morena Elena quiere ser "«pájaro, para volar en libertad de dia y de noche»" (p. 109); en cambio, la rubia Juana prefiere ser una estrella, pues una salud endeble y una joroba le impiden caminar. Elena, egoísta, envidiosa de la pacífica resignación de su prima y "algo desmañada, machona" (p. 119) según opinan los demás, rompe la muñeca preferida de su prima. Luego, ya en su casa, no queriendo atender a los reclamos incipientes de su conciencia, Elena se entusiasma con el relato de su tío acerca de las cacerías que ha realizado y de las que podrá realizar con Elena, si ella quiere. Burlándose de la niña, otro familiar le aconseja empezar practicando en el "tiro de Paloma de Palermo" (p. 126). Tras estas vivencias tan profundas, Elena tiene un sueño fantástico: una inmensa mariposa negra la invita a subir sobre sus espaldas con estas "palabras terribles: [...] muñeca de carne; voy á llevarte á ver la caza infernal" (p. 128). Después de un vuelo alto y largo, descienden; la mariposa le entrega un fusil y empiezan la caminata en busca de la presa. Finalmente, en un descampado, Elena observa curiosa "una hilera de misteriosas cajas enteramente cerradas y alineadas con monotona uniformidad" (p. 132). La niña entrevé que, dentro de cada una, repetidamente, está su prima la "Jorobadita", reposando en un "canapecito estrecho" (p. 133). El monstruo con forma de mariposa tira del alambre que abre la primera caja; de ésta asoma una paloma blanca que, poco a poco, se anima a recuperar su libertad. Es en ese momento cuando un disparo suena y la paloma cae mortalmente herida. A pesar del horror que la embarga, Elena siente que no puede negarse ante las órdenes de la mariposa y dispara a la segunda paloma que se anima a volar. Elena despierta de su pesadilla pero la realidad no es menos dura: Juanita agoniza debido a la pena que le ha ocasionado la rotura de su muñeca. Cuando la Jorobadita muere, Elena insiste en participar del acompañamiento, con su institutriz. En el cementerio, providencialmente, encuentra consuelo:

"[...] fijó sus ojos en un árbol elevado que parecia custodiar como vigilante centinela aquellas tumbas. Oh sorpresa! Oh gozo! Una paloma blanca se balancea sobre una de las ramas del cipré; y la niña con voz alegre esclama:

«Miss James, ya no me importa que pongan aquí á Juanita. Esa palomita es ella, la reconozco, en ese cajon no queda nada!»

La paloma blanca se voló y la Inglesa guardó silencio, respetando la sublime ilusion de Elena.

                           Maestras imitadla!" (p. 140).

Con estas palabras finales, Mansilla incorpora a las educadoras entre los destinatarios de sus cuentos infantiles. Para ellas también está dirigido el mensaje moralizador.

El mensaje moralizador

            De cada historia ejemplar, se extrae una enseñanza. Es el caso de "Tiflor", la historia de un gallito que invoca a Nemesis, la diosa griega de la venganza, cuando es desplazado por un gallo grande no sólo de su gallinero sino también del corazón de sus seis "preciosas gallinitas coquetas, vivarachas, sumisas y querendonas" (p. 97). La venganza llega a través de un zorro que ataca y mata ferozmente al intruso y a todo su harem. Sólo se salva el gallito blanco, pues dormía sobre un árbol, fuera del gallinero. Su arrepentimiento llega tarde y su lamento "un cocorico estraño, estemporáneo" (p. 108) se sigue escuchando por mucho tiempo más.

            El mensaje moralizador no se limita a presentar el clásico enfrentamiento entre el bien y el mal, con el merecido castigo para el malo. Eduarda quiere inculcar entre los pequeños otro mensaje no menos duro: la vida está formada por series de momentos placenteros y favorables, pero también por otros, consiguientes, en los que se imponen el dolor y la desilusión.

            Estos dolores no provienen necesariamente del castigo por la culpa cometida, sino que son consecuencia de las naturales propensiones del ser humano, representado           por animales o cosas. Aunque la autora insista en que los animales y las cosas sienten a su manera, es indudable que las referencias son las personas:

"[...] allá en las estrechas cuevas tiene tambien sus penas, sus ajitaciones, sus placeres, la roedora gente, pues no por ser su sentir mas escaso, es menos real" (p. 18).

Este es el caso de "Nika", la ratita curiosa. Ha heredado de su padre el espíritu aventurero y con éste, la fatalidad. Obsérvese esta paradójica mezcla de romanticismo y cientificismo en la causalidad de los hechos, propia de esa década del 80. A pesar de las advertencias de su madre y los consejos de su hermana, Nika quiere conocer el otro lado de la pared, el otro mundo al que imagina admirable y bueno. En particular, la atrae "un niño inquieto, risueño, bullicioso que corre, que rie, que charla; y cree ella tiene por su inquietud incesante, mucha semejanza con ella misma. Poder de la fantasia" (p. 26). Por eso, el narrador la define como una ratita soñadora y "romanesca", a la que "la sed de lo desconocido la devora" (p. 27). La atracción se convierte en amor, en "adoración esclusiva, ciega, que es siempre el resultado del amor que parte de abajo para arriba; que amar admirando es amar dos veces" (ibíd.). Nika desdeña las caricias de su madre porque "no son sino caricias de laucha" (ibíd.) y no se confía más en su hermana porque supone que no la comprenderá.

"Amar es desear" sentencia el narrador; por eso, Nika decide -una noche-abandonar su hogar y aventurarse en el más allá. Perforar la pared le cuesta mucho esfuerzo, pero la lauchita supera los obstáculos. Asombrada ante el lujo de la habitación contigua, no advierte que la realidad es muy distinta de lo que ha soñado. Las flores que quiere comer no son verdaderas sino adornos de una alfombra:

"Es lástima! Aquel primer desengaño debió bastar para clamar la ardiente fantasia de la soñadora. Pero quien cedió jamás á las [sic] voz de la prudencia...

   Hombre ó laucha la desdeña dia y noche" (p. 31).

Real será el trozo de queso que detecta su olfato, tan real como la trampa en la que lo halla. Pero Nika no se asusta porque aparece el niño de sus sueños: entonces "la dicha la sofoca, la consume" (p. 33). Cuando reacciona, ya es tarde. El niño y su sirviente han colocado la trampa en una tina y la sostienen en el fondo mientras el agua sube. Nika "solo alcanza á pensar con la rapidez del morir: «Tan bello y tan......»" (p. 34). La moraleja se insinúa entre líneas: es peligroso amar cándidamente, aunque sea una tendencia natural.

            Lo que Mansilla critica más es la hipocresía social, que aprecia la belleza física sobre la espiritual, y que hace distinciones de persona según el origen y no según la conducta moral. Ejemplo de lo primero es la historia de "Bimbo", un king charles negro de pura raza. Es la mascota de Elvira. Esta bella niña lo adora, juega con él constantemente, lo mima y lo acaricia con mucho amor, hasta que la sarna infecta al perro y lo afea mucho. Bimbo es, entonces, despreciado y sobrevive sólo gracias a los cuidados de una pobre mujer ciega. Poco después, Elvira y su familia enferman de viruela. En ese momento de desolación, el perro "flaco, pelado, feo" (p. 91) puede volver al lado de su amita, para cuidarla mientras le dura la fiebre. Al final, todos se curan pero, curiosamente, el rostro de Elvira es el único de la familia que no conserva las huellas de la viruela: "entre la servidumbre de la casa todos repiten sin sombra de duda. «Es la lenguita de Bimbo que no ha cesado de lamer y lamer, la pobre carita enferma.»" (p. 93).

            El mundo representado por Mansilla corresponde al que impone la moralidad de la época: las clases sociales están bien diferenciadas, el lugar de la mujer es el hogar y desde éste debe educar a los hijos. No obstante, dos de sus cuentos plantean subrepticiamente una mirada crítica y, por lo tanto, original de las relaciones entre los hombres y los animales, y entre las personas de distintos estratos sociales.

Uno de ellos es "Chinbrú", una historia que podría calificarse como ecologista. Chinbrú es un monito de la selva chaqueña que abandona su hogar en busca de nuevos juegos, de nuevos sabores. "Tenia razon quizá, el descontentadizo émulo del hombre, que placer repetido suele volverse insipido" (p. 36). Pero cae en manos de un organillero genovés, avaro y violento, quien lo entrena para que baile una polka, realice vueltas carnero y otras acrobacias; en fin, para que divierta al público -sobre todo- infantil, mientras su dueño se guarda la propina. La vida del monito es lamentable; hasta ha perdido su nombre pues su dueño lo llama "Morino". Su existir se vuelve paradójico:

"Ironía de la suerte ingrata! Morino representa para todos los chiquillos que han alcanzado la dicha de verlo bailar, de admirar su donosura y agilidad, el tipo de la dicha. Que mayor contento cabe en pecho mortal, piensan los niños, que bailar todo el día, saltar y divertirse sin tregua [...] Quiza la amarga pena del desdichado, hubiera encontrado algun consuelo en aquella admiracion de los niños [...]. Pero Morino aunque avisado é ingenioso, no era sino un pobre monito, y como tal, menos susceptible de consolarse con parecer y no ser" (pp. 50-51).

             Finalmente, en Buenos Aires, Morino encuentra durante una función a un niño que reconoce en sus ojos el hambre que padece; pero, mientras el mono come el durazno que el pequeño le regala, el amo le da un latigazo mortal. El padre del niño, para consolarlo y para remediar tanta maldad, no puede hacer otra cosa que enterrar el cuerpo del monito en el jardín de su casa, "debajo de los dos mas bellos naranjos de la huerta" (p. 58). Recibe así la recompensa divina por tantos sufrimientos y el perdón por haber deseado una libertad sin fronteras. Por su parte, el genovés avaro e insensible recibe su castigo: la pérdida de su fuente de ingreso.

            El hombre, como el mono, anhela la libertad. Pero la libertad no significa necesariamente hacer lo que se quiere o vivir sin amos. Este es el mensaje de "Tío Antonio", relato original porque el protagonista es un negro esclavo, tipo social nunca presentado como protagonista en la narrativa de ese entonces. Según Graciela Batticuore, Mansilla elige este tipo social porque ya no es "una amenaza para la sociedad del '80" [1995: 371], como sí lo es el "gringo", el extranjero; por ejemplo, el genovés de "Chinbrú".

Antonio, desde niño, cumple con sus obligaciones para con sus amos, sin quejas ni reproches. Los quiere tanto que no los abandona cuando puede hacerlo, beneficiado con diversos decretos o leyes. Aun más, cuando su última amita, una joven tísica pero vanidosa, está en la ruina, Antonio la mantiene gracias a una pequeña quinta que ha comprado con su trabajo extra de zapatero. Sin embargo, el mayor desagradecimiento lo padece el pobre Antonio de parte de sus hijas, "dos negrillas evaporadas é ingratas á quienes mimaba como él sabia mimar" (p. 178), pues ellas lo desprecian por haber sido esclavo.

Quizás los desenlaces tan tristes como el de "Chinbrú" o de "Tío Antonio" puedan parecer poco convenientes para niños. Sin embargo, Sarmiento amigo de Eduarda y "Maestro de América" aprecia la cualidad empatética de la escritora:

"Eduarda, poniéndose en la situación de ánimo del niño que va a leer sus cuentos, siente como él, y le atribuye como él vida, penas y alegrías a la heroína al parecer inanimada" [Sarmiento, 1953: XLVI, 296].

Sarmiento se refiere a una Jaulita dorada, que tiene aspiraciones muy altas. Sus sueños se cumplen cuando es adquirida por una familia adinerada. Pero su buena estrella dura poco, pues un gato se come al canario que albergaba la Jaulita con forma de pagoda china. Como consecuencia, es abandonada en un desván, hasta que la rescata Camilo, un joven feo, pobre y ligeramente jorobado que la había cuidado antes, con esmero, en el escaparate donde la jaulita soñaba su venturoso destino. Éste se le cumple de manera impensada. Camilo, justamente por ser pobre, valora enormemente la posesión de la Jaulita dorada y ella puede ser feliz primero con un jilguero y después con una cotorra viviendo en su interior.

            Creo que el factor principal que habilita estos cuentos para ser leídos o escuchados por niños es el modo de narrar como decía Sarmiento: desde la mirada del niño. Los relatos están focalizados desde la perspectiva del animal o cosa personificada, desde la cercanía que todo niño siente ante sus personajes favoritos. Los ambientes representados son también los preferidos por los más pequeños: sus dormitorios y los escaparates de los negocios de aquel entonces, donde los niños encontraban todo lo que estaban buscando.

Con estos cuentos de final triste, los hijos de Eduarda seguramente habrán llorado mucho, pero también como en el caso de la tragedia griega habrán podido realizar una catarsis de sus penas pequeñas para nosotros los adultos, pero grandes para sus corazones tiernos. Sin duda, esta sería en los tiempos de innovaciones pedagógicas que corren una forma muy novedosa de enseñar a enfrentar las vicisitudes inevitables de la vida. Sarmiento, el gran maestro, los recomendó. Los cuentos de Eduarda Mansilla nos están esperando todavía.

Primeras Jornadas Provinciales de Literatura Infantil y Juvenil; La recuperación de un mundo perdido: los clásicos de la literatura infantil y juvenil. CD ROM. Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y Letras, CLEDILIJ, 2005: 229-240.

Mujeres de, mérito propio

 Por María Gabriela Mizraje 


 Recorrer los textos escritos por mujeres argen­tinas en el siglo XIX demostraría que las mujeres con inten­tos literarios, si bien no son muchas, son más de lo que en gene­ral se cree. Juana Manue­la Go­rriti, Eduarda Mansi­lla, Josefina Pelliza, Juana Manso, Rosa Guerra, Eugenia Echeni­que, Agustina Andrade, Celesti­na Fu­nes...  Mujeres reco­nocibles, en gran medida, por sus fi­liaciones con los hombres: hija de, hermana de, madre de, esposa de, amiga de suelen ser los giros que en­cabezan las explica­ciones obli­gadas para definir­las, porque el rol pú­blico (po­líti­co, mi­litar, cultu­ral) de esos varones de su entorno permite, de algún modo, hacer extensiva la pri­vacidad de tales mujeres. La tensión está aquí: ingre­sar a la esfera de la publi­cidad por `mérito propio´ –que en el caso de las mu­jeres solo puede ser algo así como un "mérito equiva­lente"– o hacerlo por conti­güidad.    
El apellido, la virilidad funcionan como entrada; la profesión, la femi­nei­dad, como salida. "Las letras" en tanto metáfora de la fama son el lugar idílico al cual se anhela acceder y constituyen un espacio permea­ble a la femi­nei­dad, acaso porque la escritura –y especialísima­mente la de las mu­jeres– es algo que puede desarrollarse dentro del ámbito de lo domés­tico. Si a esto se suma una intención pedagógica, una retó­rica que hace su anclaje en los tópicos para, a partir de ahí, le­vantar axiomas de moral y civi­lización, se comprenderá que tal litera­tura sea tolera­da, e inclu­so propiciada, desde una hege­monía tan po­derosa como an­drocén­trica; siendo que, además, no se entabla una dispu­ta por el pú­blico: el público se distribuye.   
 La audacia resulta un rasgo que los varones prueban en la guerra y pueden probar en literatura. La dulcificación (que suele devenir edul­corante) debe ser el rasgo constitutivo de ellas. Atenuación, eufe­mis­mo, reticencia, silencio.    En ese orden, J. M. Gorriti, para quien el paradigma ineludible son las luchas independentistas protagonizadas por su padre, no duda en decla­rar en su diario –a propósito del 2 de Mayo peruano de 1866– que "[las bombas] un puñado de valientes, agrupados en improvisadas bate­rías, se pre­paraban a rechazarlas, noso­tras, cuyas armas son las plega­rias, or­nába­mos con reliquias el pecho de nuestros defensores". Las tareas que­dan, así, bien delimita­das: las cosas del cielo y las cosas de la tie­rra, las cosas del adentro y las del afuera de la casa, la lírica y la épi­ca, en una serie de dicoto­mías que van a reforzarse en la oposición cristiana y principal de cuerpo y alma.    Un azar de la cronología quiso que dos escritoras que, por genera­ción y diferencias personales apenas se rozaron, convergieran en un fin de año en Buenos Aires cargado de epitafios: 1892. Aunque a la más joven, Eduarda Mansilla, le incomodara el agrupamiento con la vieja maestra, se torna ineludible que a la hora de referirse a las princi­pales escrito­ras del XIX en la Ar­gentina, se las reúna.   
 Si las posibilidades de la señorita Mansilla, más tarde señora de García, son mayores, dada su doble condición de miembro de la oligar­quía y porteña ("Porteña" era, precisamente, uno de sus seudónimos, es decir: uno de sus escudos), la repercusión alcanzada por Gorriti la su­pera. La imi­tación, la adulación, el plagio, la admiración, la consulta y hasta la traición que rodean a la salteña, el séquito de artistas y de aficiona­dos, hombres y mujeres, hacen de ella una figura inequipara­ble dentro de las escritoras argentinas del siglo pasado.    La anciana mujer de letras, requerida por tantos, lamen­ta, mientras ironi­za, no tener re­lación con Eduarda. De las dos razones que ésta alega, las de edad pa­re­cen ser menos determinantes que las políti­cas: Juana Go­rri­ti había es­crito con­tra Rosas y esa afrenta para la sobrina tra­duc­tora era algo compro­meti­do.    Las hojas del calendario son más livianas que las del árbol genealó­gico. Entre esos dos papeles fundamentales del siglo XIX, la pie­dra de to­que para la relación impo­sible va a estar en el apellido ma­terno de Eduarda, pero no más que en las condi­ciones de cla­se susten­tadas por el apellido Man­silla.    
Gorriti (1816-1892) se encarga de conjurar tanto la vertiente de la crono­logía como la del abolengo: en con­tra de la primera trabaja en Lo ínti­mo, su diario, con una estructu­ra mo­saica, de fragmentos autóno­mos, con salteos o vaivenes de los luga­res y las fechas sobre los cua­les se sus­tenta, y allí mismo alude a su ín­tima amistad con Josefina Pelliza (1848-1888) –más joven aún que Eduarda (1834-1892)–, explici­tando con­sideraciones en torno a la edad. La otra refutación apa­rece cuan­do un conocido le pide los "títulos" de sus antepa­sados y las ar­mas de su fa­milia y Gorriti, desdeñosa, quiere eludir pero mues­tra ta­les "sig­nos de no­ble­za", rememorando que su padre los llama­ba, con des­precio, "oro­pe­les de la reyecía".   
 Inserta en el diario entre los espacios de 1892, esa anécdota vie­ne prácticamente a continuación del único co­menta­rio relativo a Lucio Victorio; las argumentaciones del "hombre de brillante vida mundana" son, en lo esencial, análogas a las de Eduarda.    ¿Qué ocurre entonces con esa respuesta íntimo-públi­ca, en la que se in­forma que "en cada pieza de nuestra antigua vajilla ha­bía un escudo de armas"? ¿Abolengo para reprochar o sedu­cir a los Mansi­lla?    
 Acaso por el rastro de los antepasados más de una diferencia, en términos políticos, se matizaría. El "Pachi" Gorriti, caudillo federal, o las oscilaciones de Lucio Norberto Mansilla o el casamiento de Eduar­da con el hijo de un declarado antirrosista harían su contribución.   
 Parecen ser las otras, las distinciones sociales, las que determinan la divi­sión irreversible entre ambas, y Juana Manuela las percibe con cla­ridad. Es por ellas que mientras Gorriti viaja por América detrás de exilios, traba­jos, climas favorables a su salud, nece­sidades familiares o, también, gus­tos y nostalgias, Eduarda Mansilla de García pasea por Estados Uni­dos y Europa, po­niéndose en contacto con los personajes más relevantes del momento, como  Abraham Lincoln, el Duque de Chartres o H. W. Longfe­llow.    
Mientras Juana Manuela traduce, por ejemplo, para La Alborada del Plata, en 1877, del original quichua, el "Manchay Puitu", Eduar­da Man­silla es, de adolescente, la llamativa intérprete entre Rosas y el conde de Walewski, así como la presumible colaboradora de las traduc­ciones que su esposo Manuel R. García hace, en 1866, de Edouard Labou­la­ye.   
 Gorriti opta por el indio (ya desde Sueños y Realidades -1865-, Panoramas de la vida -1876-, Misceláneas -1878); Mansilla, por el gau­cho (Pablo ou la vie dans les Pampas -1869), y estas elecciones hablan de una mirada de la historia y del arraigo. Se trata de dos for­mas de conce­bir el afamado "nacionalismo".   
 J. M. Gorriti pone en circulación el yaraví, es ella quien, desde sus veladas literarias de Lima, autoriza a la gente "culta" a escuchar esta música popular y autóctona. E. Mansilla, amiga de nombres resonan­tes como la contralto Marietta Alboni y el tenor Enrico Tamberlick, musicaliza poemas de A. Lamartine y V. Hugo.   
 Si Santiago Vaca Guzmán, Santiago Estrada, Pastor Obligado prologan los textos de Gorriti; Laboulaye, Caleb Cushing prologarán los de Man­silla, y Horace Mann o su lúcido hermano Victorio harán la traducción.    Alejados epistolarios permiten ver cómo Ricardo Palma comenta y ce­lebra (excepto en el caso de Co­cina Ecléctica) la obra de Gorriti, y E. Mansilla recibe, para Pablo o la vida en las Pampas, un amplio elogio de Víctor Hugo.  
  Las cartas están echadas: R. Palma y Víctor Hugo son las expresiones condensatorias de un sistema cultural de relaciones. 1892 propiciará la intersección de dos entierros literarios: palmas y victorias fúnebres para ambas escritoras argentinas.    
Y algo definitorio: las mujeres de nuestro país tenemos que hacer "buena letra". 

  Artículo aparecido en:Página/12, Suplemento de Cultura, Buenos Aires, domingo 14 de marzo de 1993. 

© María Gabriela Mizraje, 1993. Todos los derechos reservados.   

 

 

¡No toquen a la reina!

Por María Gabriela Mizraje

“¡No toquen a la reina!”
Es ella, Eduarda Mansilla de García (1834-1892), en boca del siempre advertido Sarmiento. No la toquen. Pues llega a la escena literaria con todos los atributos: es bella, es inteligente, es elegante; despliega gracia y es dueña de talentos probados en diferentes disciplinas; transmite bondad, dulzura, posee nobleza; es audaz y prudente a un tiempo; resulta, de modo inevitable, celada, envidiada y admirada por las unas y por los otros. Sabe del hogar y del mundo, tiene calle, campo y salón, como pocas mujeres de su época. Y sí, es una reina de las pampas.
“Ne touchez pas a la reine!” –había dicho él textualmente, asimilándose en el francés, que era una de las lenguas de Eduarda, en la que llega incluso a escribir ficción. Lo que aquellas palabras del ex-Presidente en el otoño de 1879 lograban, era pedir (y ordenar) que la dejaran ser. Y hacer. Hacer periodismo y alcanzar las luces de las letras.
Aquel amparo relativo que Eduarda, por otra parte, no solicita nos la presenta acaparando la atención y desplazándose con sus preciosos ropajes interiores y exteriores sin riesgos de caer en el ridículo.
Suele haber más de un hombre rodeándola con ambiguas protecciones pero garantizándole de esa manera el cumplimiento de cierto codificado decoro.
Eduarda Mansilla tiene (basta leerla) un espíritu libre, pero es la esposa de un señor diplomático –el Dr. Manuel Rafael García–, la hija de un respetado general triunfador en la batalla de la Vuelta de Obligado –Lucio Norberto Mansilla–, la hermana de otro militar, político y escritor de genio y renombre –Lucio Victorio Mansilla– y aún, como si con ello no alcanzara, la sobrina del hombre de la fama acaso más enfática de todo el siglo XIX argentino: Juan Manuel de Rosas. Pues la madre de Eduarda, Agustina, siempre recordada por su incalculable hermosura, era hermana del Restaurador.
Así, cuando accede al circuito literario, Eduarda cuenta con más de un recurso pero también con más de un freno, de ahí que, entre otras protecciones características de su género, recurra al seudónimo.
Sus señas personales se encubren en general con un nombre masculino; en 1860, publica bajo la firma de “Daniel” sus primeras novelas, El médico de San Luis y Lucía Miranda. Mientras ésta aparece en el diario La Tribuna, propiedad de los hermanos H. Florencio y Mariano Varela, amigos del clan Mansilla, Nicolás Avellaneda, que conoce el secreto de la verdadera autoría pero no lo divulga, exclama desde las columnas de El Nacional que se trata de una “bella y brillante perla de la literatura argentina”.
Sin embargo, es llamativo advertir cómo, entre otros, Eduarda opta por un seudónimo que ya no oculta la identidad sexual y que en cambio sella un atributo de pertenencia: “Porteña”. La viajera, la europeizada Mansilla supo escoger a tiempo este nombre sagaz que la ubica en el centro de un mapa amado, más allá de cualquier delegación o extranjería, pero desde el cual a su vez puede colocarse en diálogo con el exterior.
“Eduarda ha pugnado diez años por abrirse las puertas cerra­das a la mujer, para entrar como cualquier cronis­ta o repór­ter en el cielo reservado a los escogidos machos hasta que al fin ha obte­nido un boleto de entra­da, a su riesgo y peli­gro...” –señala Sarmiento en El Nacional en 1885. Y, en efecto, el mismo Nacional, La Tribuna, El Plata Ilustrado, La Nación, La Ilustración Argentina, El Alba, La Flor del Aire, La Ondina del Plata, La Gaceta Musical son algunos de las múltiples pliegos periódicos que reciben con gusto sus valiosas colaboraciones.
En 1847 arribó a la Argentina el conde Alexandre Walewski, hijo de una amante del Emperador Napoleón, para negociar el fin del bloqueo francés al puerto de Buenos Aires. Eduarda, aunque era casi una niña, auspició de intérprete entre el conde y su tío Juan Manuel. Este episodio de diplomacia precoz la marcó para siempre y la dejó grabada en las historias. Pasadas las décadas, es una dama elegan­te que, sin dejar de ser una legítima consorte, hace su propia embajada. En 1861, se pre­senta en Estados Unidos a cues­tas con sus hijos y sus tra­jes pe­ro, so­bre todo, a cuestas con su ser mujer y la pro­fe­sión que persigue. Narra esa experiencia en sus Recuerdos de viaje de 1882, donde la autora es la testigo lúcida y la protagonista desenvuelta, que se desplaza con un erotismo de señora fiel, de lady intelectual latinoamericana, y obtiene sus legitimaciones en medio de los gobernantes y el mundo ilustrado.
De hecho, en el arco temporal que va desde el momento en que realiza, con toda la familia, aquella travesía destinada a acompañar a su marido en su nuevo cargo en el Norte, donde puede beber el espíritu alterado por la Guerra de Secesión, hasta el momento en que, recogiendo de su memoria aquellas impresiones, se decide a redactarlas, Eduarda ha viajado mucho, ha escrito más y ha lanzado una flecha.
Con rapidez, precisión y, sobre todo, dirección inequívoca hacia su destino, la flecha de Eduarda cae en medio de la pampa.
Allí donde duermen, pero sobre todo donde sueñan y despiertan, los gauchos y los indios, Eduarda Mansilla arroja un folletín a doble voz –la adoptada y la propia, la lengua francesa y la castellana–, que es, a la vez, una premonición y una denuncia. Denuncia de la arbitrariedad y los juegos de la política que hunden a los más pobres. Premonición porque en ese terreno cabe la locura materna, en la plaza incesante, ante la injustificable desaparición de un hijo a manos del poder de turno.
De aquella novela increíble dada por entregas en L´Artist de París en 1869 y titulada Pablo o la vida en las pampas repercuten los ecos en la Argentina. Un año después, Buenos Aires la sigue paso a paso en las sucesivas apariciones de La Tribuna que prepara su propio hermano, encargado de vertirla al español, permitiendo un recíproco lucimiento y, de pronto, una conversación familiar que se hace pública, al mejor estilo del charlista autor de las Causeries.
Ese texto había permanecido inédito hasta el presente pero ahora podrá verse completo en un libro que editamos por la Biblioteca Nacional.
Preciosa y traducida; traductora y coqueta; entre gauchos y ranqueles; criollos y extranjeros; llanos y barcos, Eduarda Mansilla es una figura que nos recuerda a cada paso la ex­plo­sión del nombre, el peso de la historia y la conjura de la pala­bra.
“Nosotros quisiéramos redimir al pueblo argentino de esa codicia escéptica y egoísta que envejece a la Europa, dspertando su amor a la gloria y a lo bello, a lo sublime” –se propone en El médico de San Luis. Una forma eficaz de lograrlo parece ser precisamente la práctica sostenida de la literatura, en la que es capaz de innovar y probar moldes intactos en las páginas circulantes por estas latitudes, algunos de ellos aún más extraños en manos femeninas, otros aparentemente más explicables en ellas pero igualmente vírgenes.
Los Cuentos infantiles (1880) con los que acompasó las cunas de sus seis hijos y en los que fue pionera de alta penetración psicológica, gran fuerza visual, universos lúdicos y perspectivas éticas; los relatos recogidos en Creaciones (1883) donde volverá a advertirse el buceo en las subjetividades y el despunte de lo fantástico; las obras de teatro, como La marquesa de Altamira (1881), y los diálogos inesperados de una novela como El amor (1885) donde la pasión se vuelve esquiva; la música en la que se destacó en sus roles de intérprete vocal, instrumental y crítica y para la cual también compuso breves piezas y canciones; las tertulias sociales e intelectuales, en fin, todo ese caudal invaluable va a unirse a la soledad de los últimos tiempos, su deseo explícito de que nada suyo se reeditara, el baúl extraviado con sus escritos conocidos e inéditos, y las reconstrucciones de su hijo Daniel, también Embajador, quien, a través de lo Visto, oído y recordado (1950), le alcanza con emoción su tributo.
La obra de Eduarda Mansilla constituye un patrimonio inestimable y –salvo excepciones– fatalmente perdido de la República. A pesar de todo, muchos textos quedaron diseminados y sobrevivieron para memoria nuestra, dando prueba fidedigna de sus dotes, de sus precursorías, de su estatura cultural, feminista y espiritual.
La sofisticada y magnífica escritora argentina, elogiada por Victor Hugo y Edouard Laboulaye, no necesita carta de recomendación entre nosotros: allí están sus palabras íntegras aguardándonos.
Si la esperanza puede ser una variante de la memoria, una conquista retrospectiva que nos sale al paso en las iluminaciones de las búsquedas, Eduarda Mansilla (con Pablo de la mano y el paisaje de la pampa al fondo) nos reconecta sencillamente con la vida.
Nota de tapa aparecida en:Pliegos de La montaña mágica, n° 3, Buenos Aires, marzo 8 de 2007.
© María Gabriela Mizraje, febrero 2007.
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